
Tras la cosecha o en las últimas fases del desarrollo del fruto, el olivo entra en un período de preparación para el invierno. En este momento:
Recarga sus reservas: El olivo necesita acumular nutrientes en raíces, ramas y tronco para soportar el estrés del invierno y tener una buena brotación en primavera.
Fortalece su sistema inmunológico: Una correcta nutrición mejora la resistencia del árbol frente a plagas y enfermedades.
Favorece la diferenciación floral: En otoño se empieza a formar la floración del próximo año, por lo que un buen estado nutricional influye directamente en la futura producción.
📌 Nutrientes clave en otoño:
Potasio (K): Fundamental para el llenado del fruto y el endurecimiento de tejidos.
Fósforo (P): Apoya el desarrollo radicular y la acumulación de reservas.
Boro y Zinc: Micronutrientes que influyen en la floración y cuajado.
Materia orgánica y aminoácidos: Mejoran el suelo y ayudan a la planta a recuperarse del estrés postcosecha.
El otoño, con lluvias y temperaturas suaves, crea un ambiente ideal para hongos patógenos, como:
Repilo (Spilocaea oleagina): El más común y agresivo, causa manchas foliares y defoliación.
Fomopsis y Verticillium (en zonas vulnerables).
📌 Tratamientos fungicidas preventivos:
Es clave aplicar fungicidas preventivos o sistémicos antes de que las condiciones sean favorables para los hongos.
Se recomienda cobre en diferentes formulaciones (oxicloruro, hidróxido, etc.) o fungicidas específicos según la presencia de enfermedades.